Por Pablo Domínguez
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En nuestro país cuando un emprendedor inicia su negocio, por lo general, suele tener una visión de muy corto plazo. Detecta una posible oportunidad y se pone en marcha para hacerla realidad, sin tener en cuenta en algunos casos, los planes detallados de todas las operaciones que deberá realizar para tener éxito.
Esta falta de previsión o de planificación tiene su explicación en la sólida confianza que tiene el emprendedor, en su habilidad y esfuerzo para ir sorteando los retos y errores que encontrará en su camino. Sin embargo, a pesar de ello, la mayoría de estos emprendimientos, conocidos como “Emprendimientos de necesidad”, tienen una vida corta. Los que logran crecer y consolidarse es porque además del esfuerzo y la tenacidad que ponen, logran ser competitivos.
Es así que algunos de estos “Emprendimientos de necesidad”, logran ingresar a una segunda etapa, a la que llamaremos el Hacer Empresa. Una vez conseguida la autonomía, es decir que los ingresos sean mayores que las retribuciones necesarias para mantener las operaciones con la eficiencia y calidad requeridas, el emprendedor comienza a mirar a más largo plazo y a trazarse objetivos nuevos como: el desarrollo de su personal, la mejora de la tecnología, el desarrollo de una marca, etc.
En esta etapa el emprendedor inicia la constitución de una empresa y se va haciendo empresario, pasando de estar centrado sobre todo en los resultados económicos a interesarse cada vez más por las personas dentro de su organización , que contribuyen a que el éxito de sus negocio de mantenga.
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La primera fase de los emprendedores puedo llamarlo también como la fase de la improvisación, la segunda seria de la planificación.