Pablo Domínguez
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“Realmente estamos pasando tiempos turbulentos”, me comentaba hace poco el propietario y gerente general de una empresa mediana. Se refería a que la caja no le alcanzaba para cubrir las obligaciones operativas y mucho menos para cumplir con los compromisos financieros generados por sus últimas inversiones.
Esta situación se presenta con mucha frecuencia en las empresas en crecimiento. Y por lo general se debe a no separar la gestión del capital de trabajo del financiamiento de las inversiones.
Los propietarios de empresas son por naturaleza emprendedores y eso los lleva a tratar de aprovechar las oportunidades que detectan para crecer en el negocio o diversificar. Lo cual está muy bien, sin embargo, suelen tomar la decisión de invertir sin asegurar previamente la fuente de los fondos necesarios. Como consecuencia se generan unas obligaciones financieras que se suman directamente a las obligaciones operativas generando así serios problemas a la tesorería.
Para evitar estas situaciones hay que tener clara la composición del capital de trabajo y cuidar que el flujo de obligaciones generadas por las inversiones pueda ser asumido por los excedentes de fondos después de cubrir los gastos operativos. Esto requiere por lo general inyección de capital y/o deuda a largo plazo.
Por lo tanto mi recomendación a los propietarios emprendedores es que antes de tomar la decisión de invertir se aseguren que la deuda que están por asumir se pueda pagar sin afectar las operaciones del negocio.