Por Pablo Domínguez
Nuestra experiencia en los últimos tiempos nos ha llevado a repensar el proceso tradicional de planeamiento estratégico. En el cual se parte de la misión, se define una visión a medio o largo plazo y se culmina con planes estratégicos para lograr resultados que nos lleven a alcanzar la visión deseada.
¿Por qué es importante revisar este proceso?
En primer lugar, los cambios producidos en los últimos años son de una naturaleza tan compleja, que no basta con adaptarnos a ellos, sino que debemos enfrentarlos como una crisis. Tal como lo señala el Dr. Leonardo Polo “Crisis significa que ciertos postulados se han agotado y que ciertos modos de afrontar la vida ya no responden a las nuevas cuestiones”; es decir, que para ser sostenible y lograr la visión deseada no es suficiente establecer planes para el logro de objetivos, sino que debemos afrontar la nueva realidad de una manera diferente.
Para que el planeamiento estratégico pueda enfrentar con éxito los cambios actuales, se requiere distinguir entre planes de acción para lograr objetivos y el proceso de planificación. Los planes son una secuencia de acciones previamente establecidas, con recursos y personas asignados para alcanzar objetivos o metas en alguno de los procesos de negocio; los cuales inclusive podrían sufrir modificaciones durante su ejecución. La planificación, en cambio, es un proceso de pensamiento permanente que va siguiendo los cambios en el entorno interno y externo y así poder ir generando los planes necesarios para el logro de la visión. Esta diferencia ya lo establecía Winston Churchill “Los planes son de poca importancia, pero la planificación es esencial”.
De esta manera, recomendamos tener un proceso de planificación permanente, el cual debe estar a cargo de un comité de alta dirección, que monitoree los planes establecidos por lo menos una vez al mes. De esta manera, la empresa no solo reaccionará a tiempo ante los cambios, sino que lo hará antes que la competencia, dándole una ventaja significativa.
En un próximo artículo trataremos las otras dos dimensiones que son necesarias para la sostenibilidad y la rentabilidad de la empresa: las capacidades (personas que sepan hacer lo que requieren los procesos) y el nivel de compromiso (personas que quieran hacer lo que se les pide).