Por Anahí Alburqueque
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Hace algunos meses, elaborando un protocolo familiar, nos solicitaron ayudarles a instalar el primer consejo de familia. La situación era compleja, seis hermanos de distintas generaciones, con formación y experiencias diferentes, y con puntos de vista en la mayoría de casos totalmente opuestos.
Planteamos los temas de corto plazo como agenda principal y urgente a resolver, definimos las reglas para la reunión, la primera era fundamental: “en el consejo de familia sólo se pueden ver temas de la familia relacionados con la empresa” como, por ejemplo: los sueldos de la familia, incorporación de un nuevo miembro de la familia en la empresa, entre otros. Se eligió al presidente por unanimidad (primera decisión que se tomó sin contratiempos) y empezamos.
Tener moderadores externos a la familia que les ayudaran sobre cómo realizar la reunión y guiarlos dentro de la misma ayudó a que muchas diferencias desaparecieran fácilmente, se había abierto un espacio de comunicación que antes no existía, donde todos podían opinar, más allá de su participación tanto en acciones como en la gestión de la empresa, se sentían escuchados como miembros de la Familia Empresaria.
Para que el consejo funcionara realmente, al final de la discusión del tema tratado se procedió a votar, y así se tomaron decisiones importantes. Muchos de los miembros de la familia vieron desde otro punto de vista, temas que les eran complejos de entender, otros contaron sus experiencias personales dentro de la empresa, y la convivencia empezó a funcionar mejor.
El consejo de familia es un órgano de gobierno familiar, que bien llevado es importante dentro de la Empresa Familiar, permite tomar decisiones, pero sobretodo mejora las relaciones y fomenta la unidad entre los miembros de la familia.