Por Anahí Alburqueque Vásquez
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Durante estos últimos 10 años asesorando y ayudando a empresarios, emprendedores, propietarios de empresas en general, me he topado con diversos tipos de informalidad, pero puedo asegurarles que en el 90% de las empresas a las que brindé algún tipo de ayuda tenían cierto grado de “incumplimiento”, en distintos niveles. Parece ser un cáncer difícil de combatir, y es que las leyes y la estructura legal no han sido creadas pensando en la diversidad de nuestro país, cómo pedirle a una bodega de un pueblito alejado que presente su “Declaración Jurada”.
Desde nuestro posición, intentamos de alguna manera contribuir e incentivar la formalización dentro de las empresas a las que asesoramos, ya que ello contribuirá a su crecimiento y eficiencia, además de cumplir con el grado de formalidad que exige la ley. Sin embargo la resistencia es fuerte, el empresario siente que pagar impuestos tan altos al estado por su arduo trabajo no es justo y trata a toda costa de disminuir dicho pago “incumpliendo” con algunas de sus obligaciones.
La clásica pregunta es ¿qué gano?, ¿por qué debo formalizarme? La principal y obvia razón podría ser para poder dormir tranquilo, o para que tus trabajadores trabajen motivados al pagarles todos sus derechos, o para tener una mejor imagen ante mis clientes en fin, podríamos darles muchas más razones; lo cierto es que la principal razón para iniciar un proceso de formalización, y que además suele reducir la resistencia, es porque esta, la formalización, te da orden interno, te permite controlar de mejor manera los recursos de tu empresa, te ayuda a gestionar mejor, en pocas palabras evitará que te roben, porque la informalidad no es otra cosa que un “arca abierta” donde cualquier trabajador tiene la posibilidad de “pecar” tomando lo que no debe, mucho mayores serán las posibilidades si es un trabajador insatisfecho porque no le pagan todos sus derechos laborales. Les pongo un ejemplo sencillo: empiezas un negocio con un carrito sanguchero, tú compras los insumos, haces la preparación de los sanguches, vendes, cobras, haces la limpieza, te va tan bien que pones tres carritos más. En uno te ayuda un amigo tuyo, para los otros dos contratas a dos personas, pero sigues sin emitir ningún tipo de comprobante, o establecer registro de la venta, sigues creciendo y ahora tienes 10 carritos en distintos puntos de la ciudad, a ese nivel se hace necesaria un mínimo de formalidad interna, de sistemas de registro, de controles, porque evidentemente no podrás estar presente en los 10 carritos, preparar todos los sanguches, llevar control de todas las cajas, y además comprar todos los insumos, una buena forma es emitiendo comprobantes, boletas, o le que te toque según el régimen en el que estés.
La formalidad y el orden traen resultados positivos en todos los aspectos, cuesta, es difícil llevar a cabo pero es una herramienta poderosa para seguir creciendo de manera ordenada y continua.
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Interesante artículo sobre lo que echamos en falta en nuestro Perú : la formalidad.