Por Pablo Domínguez
Hace algunos años asesoramos a una Empresa Familiar, que contaba con dos ramas familiares en la segunda generación, dos hermanos. Con el pasar del tiempo ambos se casaron y formaron sus familias. Como es natural, el deseo del fundador fue repartir la propiedad de la empresa en partes iguales para sus dos hijos.
Al pasar los años solo los miembros de la tercera generación de una de las ramas participaron de la dirección de la empresa, es decir asumieron la Gerencia General, la Gerencia Comercial y la Gerencia de Operaciones, los miembros de esta rama propietarios del 50% de las acciones de la empresa, participaban del día a día de la organización, conocían muy bien la problemática y los puntos fuertes del negocio; sin embargo, cuando llegaba el momento de tomar decisiones importantes sobre el futuro de la organización había que, como es debido, tomar en cuenta al otro 50% de accionistas, cuyos miembros no participaban de la empresa, y tenían otras empresas ajenas al giro del negocio principal.
Cada uno de los hermanos nombro a un hijo como representante para el directorio, uno trabajaba dentro de la empresa, y el otro no, y aquí empezaba el juego: si tú dices sí, yo digo no, y si tú dices no yo digo sí, suena a trabalenguas, pero lo que realmente estaba trabado era el crecimiento y el funcionamiento del negocio, y aquí está la trampa del 50% y 50%, si tu contraparte no está de acuerdo, no habrá forma de seguir, mucho más difícil aún si una de las partes trabaja dentro de la organización y la otra no, sus formas de ver el negocio serán distintas, y si dentro del seno familiar no se ha forjado la identidad y el compromiso con la empresa familiar, al transcurrir del tiempo las generaciones más jóvenes que no trabajen dentro de la organización verán a la empresa de la familia como un simple negocio, y lo que es peor la unidad y la confianza familiar estarán cada vez más debilitadas.
Nosotros en nuestra experiencia solemos sugerir, evitar partir la propiedad de la empresa en dos partes iguales, por el riesgo que esto amerita, una solución puede ser dejar un 51% a una parte y 49% a la otra cuando se trata solo de dos hijos o hijas en la segunda generación, compensando de alguna manera la diferencia ya sea con propiedades o simplemente estableciendo en el Protocolo y en el Consejo de Familia que se realiza de esta forma para garantizar la continuidad del negocio, y para que la toma de decisiones no se vea entrampada por un desacuerdo. Puede ser que quien tenga más sea aquel que participe de la gestión de la empresa, eso dependerá de los deseos, pero sobre todo de la visión del fundador y de las expectativas que tenga sobre su empresa, aunque como siempre cada familia es una historia, cada empresa un mundo distinto y no hay recetas iguales para dos empresas familiares distintas; sin embargo, si usted está considerando tener un socio para su negocio, no lo haga en partes iguales, a veces tener menos a largo plazo resulta ser más beneficioso.